Friday, November 12, 2010

La Derecha en Chile 12 - Respeto por las comunidades reales

En nuestra América, donde el establecimiento de la civilización cristiana occidental fue un esfuerzo oficial dirigido por la corona española, muestra soberanía local tiene todavía escaso desarrollo, a diferencia de Angloamérica, donde las comunidades reales fueron el inicio mismo del proceso.

Con la excepción de algunas dictaduras socialistas ya instaladas o en ciernes, es llamativo que sea Chile el país donde las comunidades reales tienen menos capacidad de gestión de sus propios asuntos que en cualquier otra nación democrática del continente [ver nota 1].

Quizá por el talante autoritarista del gobierno militar, sólo al final de su período permitió un muy cauto proceso de traspaso de poder a las comunas para atender directamente sus necesidades públicas de salud y educación. Quedando absolutamente sin tocar las de seguridad y las de gestionar sus propios planes de desarrollo económico.

Creo que los gestores de derecha que promovieron estas medidas vieron en ellas el germen de una democracia fuerte y resistente a los embates totalitarios, cuestión en la que coincido plenamente.

Y está claro que así mismo lo percibe el izquierdismo porque junto con asumir presionó por la rápida implementación de medidas regresivas que podaban las novísimas atribuciones locales para administrar el personal docente [ver Nota 2] y que “recuperaban” el control centralizado de las prestaciones de salud, en un proceso todavía en marcha para incrementar lo más posible las áreas de dominio directo del gobierno.

El objetivo evidente ha sido desde un comienzo dejar bien claro y desde un principio quién manda en Chile [ver Nota 3].

Este proceso ha transformado a los alcaldes, a veces elegidos por cientos de miles de votos, en meros tramitadores frente a autoridades de tercer o cuarto orden del gobierno central, sujetando comunidades enteras a las decisiones funcionarias.

El Transantiago es, de nuevo, una muestra grave y rotunda de esta inferioridad de los derechos e intereses de las comunas frente a las decisiones políticas del gobierno central en una materia que en cualquier otra parte es propia de las comunidades reales.

Así se lo sugerí al actual Ministro de Transportes en un artículo sobre esta coyuntura.

Aunque en este aspecto queda mucho por andar, no es sino de la derecha de quien se puede esperar una oportunidad para el crecimiento de la democracia y la soberanía locales, que constituyen la forma más genuina y "a escala humana" de expresión de la vida en sociedad.

En estos días en que el actual gobierno de los Estados Unidos ha abierto la puerta al progresismo, ya se empieza a hablar de un "nuevo orden global" —radicado en las orgánicas internacionales que en forma abrumadora son controladas por esa ideología— hasta en ese país ha perdido fuerza la expresión de la soberanía local.

Eso no es buena noticia y, por supuesto, hace más difícil la tarea de fortalecer la libertad.

Pero, insisto, sólo en la derecha están los que entienden la importancia de recuperar el orden natural amenazado por esta entelequia del "nuevo orden".

Como dije en el primer capítulo de esta tesis, la gente de derecha rechaza los inventos o construcciones ideológicas y no está dispuesta a podar las libertades para "limpiar" el terreno donde se instalen esas entelequias.

Ciertamente, el hecho de las llamemos "comunidades reales" refleja que las ciudades, pueblos, villorrios, aldeas, condados y caseríos que componen una nación no obedecen a la creatividad de ningún iluminado sino a la expresión natural de los intereses y lazos reales que en sociedad tejen las personas libres.

Nota 1. Según Encina, durante la Colonia los cabildos fueron importantes y decisivos en la marcha de la nación. Pero el desarrollo natural de estas comunidades parece haber sido frenado por el combate republicano al caudillismo, el influjo de las nociones totalitarias del S. XX, el control político de las orgánicas locales y, últimamente, el desarraigo masivo de poblaciones manipuladas por el gobierno central.

Nota 2. El peor pecado del gobierno progresista de la Concertación, que los tuvo por montones: la condena de cientos de miles de niños a una vida mediocre y sin esperanza. Los “analfabetos funcionales” egresados de las escuelas sometidas al Estatuto Docente son gente irreparablemente mutilada en sus expectativas de desarrollo personal. 

Nota 3.  Que bajo el régimen pasado el gobierno despachara policías para detener a funcionarios de la Municipalidad de las Condes operando semáforos portátiles que el alcalde Lavín destinó para resolver un nudo de tráfico dejó más que clara la postura centralista y totalitaria de ese gobierno.

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Próximo capítulo (13 de 20): "Respeto por el patrimonio"
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