Monday, November 1, 2010

La Derecha en Chile 6 - Predilección por la libertad


Estando claro que no existe el centro político y que es iluso esperar que los del poder resuelvan eficazmente nuestros problemas, no queda sino examinar cuál de las dos opciones, la izquierda o la derecha, nos permitirá arreglárnoslas por nosotros mismos.

Y para ello necesitamos libertad, es decir, lo que necesitamos del gobierno es que renuncie a la acumulación de poder que le permitiría “salvarnos” porque ya hemos aprendido que eso jamás pasará.

Sobre esa base, las dos posturas que los votantes conocemos frente a la dicotomía de la libertad y el poder son:

— que nada estorbe, ni siquiera nuestro “metro cuadrado”, la implementación de los planes del gobierno para un ideal de país, o

— que cualesquiera sean los planes del gobierno, se respete sagradamente nuestro “metro cuadrado” y que éste sea lo más amplio posible.

Pues en Chile se ha dado el singular caso de que hemos probado ambas medicinas una después de la otra y, habiendo sufrido sus efectos, a los derechistas nos acometen serias arcadas cuando se nos quiere volver a administrar la primera.

Porque aprendimos que condicionando o mutilando los derechos no es posible progresar. Y lo aprendimos “the hard way”, a patadas.

Nuestros huesos no olvidan la experiencia bajo la DC y la UP, cuando los del gobierno exigían que el “hombre nuevo” debía renunciar a sus proyectos personales y entregarse mansamente a las demenciales “orientaciones” de los revolucionarios.

Los del poder eran, entonces, quienes debían ponerle precio a los productos, autorizar discrecionalmente cada iniciativa de cualquier índole, fijar dónde y cómo educar a nuestros hijos, desalentar el crecimiento de nuestras familias (invento de Frei Montalva, que decía ser cristiano), sujetar el derecho de propiedad a su criterio “social”, arrebatar campos e industrias con violencia y abusos monstruosos para darles un “mejor destino” y, en fin, “hacerse cargo” de todo mientras los demás debíamos integrarnos a las largas columnas que debían marchar mansamente y sin chistar por las “grandes alamedas” que conducían a una servidumbre miserable.

Y, de no haber sido que las fuerzas armadas nos libraron de ese destino, lo más probable es que para esta fecha ya hubiéramos hecho “meta” en ese perverso “road to serfdom”, hermanando nuestro destino con el que por tantos años aflige a los cubanos y que ahora tiene peligrosamente en barbecho a nicaragüenses, hondureños, venezolanos, ecuatorianos y bolivianos.

Lo paradójico del tema de la libertad, es que los izquierdistas alegan ser también “libertarios”, defensores de lo mismo que los derechistas les acusamos de atacar.

Aquí conviene consignar lo peculiar del concepto libertario de los izquierdistas.

Para nosotros, ser libres es resolver lo que hacemos u omitimos en el nivel superior de nuestra conciencia, porque sólo allí sabemos si esa decisión es por lo bueno o por lo malo.

Para muchos progresistas, esa voluntad para decidir se ubica en un nivel muy inferior, más precisamente de la cintura para abajo.

Eso explica que mientras los derechistas, respetando la libertad y dignidad personal, nos resistimos a tomar dineros públicos para promover la “opción de género”, la distribución gratuita de la PDD o el aborto, a nuestros amigos progresistas eso les parece de lo más libertario que hay, alegando incluso que los derechistas somos pacatos, retrógrados o intolerantes.

Sin embargo, los arrestos libertarios del progresismo no se proyectan más allá, porque tratándose de las demás expresiones de la libertad (para trabajar, emprender, educar, elegir dónde medicinarnos, etc.) se erigen rápidamente en censores, en nuestra “conciencia” de lo que debemos o no debemos hacer.

De esta proyección de la libertad se deriva la necesaria diversidad que enriquece la sociedad, dejando espacio para las iniciativas y la creatividad de las personas, ambiente donde la probabilidad de que nosotros mismos encontremos lo que necesitamos es mucho mayor.

Nuestros amigos izquierdistas también alegan ser los campeones de la “diversidad”, pero —como ya vimos— se trata de esa de la cintura para abajo.

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Próximo capítulo (7 de 20): "Amor por lo nuestro".

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