Friday, November 12, 2010

La Derecha en Chile 14 - Respeto por la institucionalidad democrática

Soy de derecha y, obviamente, prefiero que gobierne gente de esa inspiración.

Sin embargo, he observado una característica que a los derechistas nos opone diametralmente a la izquierda: no nos gusta que nadie se instale por demasiado tiempo en el poder, ni aún los nuestros.

Y precisamente por esta desconfianza básica en los que acumulan poder, “necesitamos” que haya alternativa, viendo con buenos ojos que esa alternativa acceda al gobierno, aunque sea únicamente para que los que han estado en el poder no se acostumbren a él y se cumpla el sano juego democrático.

La gente de derecha tiene claro que el poder se nutre de las libertades. Y siendo que privilegian la libertad por sobre cualquier receta que la enerve o amenace, tienen una desconfianza natural hacia el gobierno, sobre todo de aquel que exige acumular más y más poderes.

Pero si el gobierno cae en manos progresistas la visión es muy distinta. Para líderes y seguidores de esa tendencia cualquier plazo es insuficiente y la mera idea de que deban abandonar el poder a favor de sus contrarios les resulta inaceptable.

Para la soberbia DC, sorprendida en 1970 por la caída vertical de su popularidad que les aseguraba el último puesto en cualquier encuesta, la única opción que vieron sus líderes de recuperarlo luego fue —en vez de apoyar a su propio candidato— torpedear por todos los medios a Alessandri [ver Nota 1] prefiriendo entregar el país al marxismo.

Sabían que eso no duraría mucho... y que enfrentada a ellos la derecha llevaba las de perder.

Bajo la UP, fue este objetivo de aferrarse al poder y no entregarlo de ninguna manera lo que generó desde el primer día las crispaciones que conducían fatal e intencionalmente a la guerra civil, con lo cual llegó a hacerse urgente e ineludible la necesidad de expulsarlos de ahí cuanto antes.

En la actual institucionalidad, donde las atribuciones del gobierno agrupan la casi totalidad de los asuntos públicos a todo nivel, la permanencia en el poder por tiempo extendido genera la tentación de apernarse y —consustancialmente— de extender todavía más sus áreas de  dominio.

Y esto es exactamente lo que ocurrió desde 1990. Juntas bajo el concertacionismo [ver Nota 2], la DC y la UP no pudieron esta vez recurrir a las mismas tretas del pasado, pero no las necesitaron para materializar su tendencia a retener el poder, que siguió siendo la misma de siempre.

Un recurso que les resultó bastante eficaz fue el de mantener al rojo las tensiones asociadas a lo que su aparato de propaganda rotula como “derechos humanos” presentándose como los únicos demócratas, mientras corrían la cerca de su dominio hasta abarcar casi todo el sistema judicial y, junto con ello, incrementar el número de los favorecidos con pensiones e indemnizaciones que, obviamente, conformaban una población nada despreciable de votos “duros”.

El recurso del salvaje descrédito de los líderes opositores no fue menor [ver Nota 3], pero siendo que no controlaron totalmente los medios —los equipos periodísticos de la TV no fueron decisivos en esta arremetida, a pesar de ser dirigidos o conformados con simpatizantes del gobierno— los acusados pudieron librar casi indemnes gracias a la prensa [ver Nota 4].

Otro recurso no menos inmoral fue el uso y abuso de la agenda legislativa que con increíble desparpajo se reponía en cada período de elecciones, coordinando el aparato de propaganda del gobierno con la discusión parlamentaria tras el objetivo de restar votación a los contrincantes por la vía de crear una campaña paralela controlada por el ejecutivo.

Y si hubiera algo que faltara para denunciar el desprecio izquierdista por la democracia es la deleznable práctica del cohecho institucionalizado, mediante el cual postergaban o adelantaban el reparto de prebendas, bonificaciones o ayudas —por mano de los candidatos oficialistas— para ser hacerlo coincidir con el tiempo de campañas.

Y aunque el concertacionismo reclamaba para sí la quinta esencia de la democracia, lo positivo de este feo panorama es que finalmente nadie les creyó que a ellos les moviera el aprecio genuino por ella... ni menos por la búsqueda del apaciguamiento de las pasiones, la paz social o el entendimiento.

Ciertamente, no es creíble que quienes se afanan en controlarlo todo sean alguna vez capaces de liderar un programa que inhiba la acumulación de atribuciones del ejecutivo y quieran reforzar la libertad de personas, sociedades y comunidades.

Eso deja el espacio libre para que la derecha plantee estos objetivos que coinciden con lo que todo chileno honesto desea y, de paso, permita que se haga público el registro que prueba que el progresismo fue claramente antidemocrático.


Nota 1. La manipulación televisiva desde la recientemente inaugurada TVN llevó a sus ejecutivos de la época a reclamar “mérito” en la destrucción de la imagen de Alessandri.

Nota 2. Fruto de las presiones de la coyuntura, la incorporación pública del PC al conglomerado gobernante expuso a la luz del día el juego que por años estuvo escondido por el temor a la reacción del electorado frente a la reedición de la UP. Esto despejó la densa trama de ocultaciones del progresismo, dejando emerger la sana realidad bipartidista que el país necesita. Es lo honesto: Izquierda y Derecha, nada de "centrismo" ni "tercerismo" (ver el Cap. 4 de este opúsculo).

Nota 3. Es descorazonadora la candidez de algunos derechistas cuando llaman “caso Spiniak” al montaje oficialista de denigración de opositores políticos más grave que se haya conocido.

Nota 4. Mientras no purguen su merecido castigo quienes estuvieron detrás de tan horrendas maquinaciones como el mal rotulado “caso Spiniak” no será posible blanquear totalmente la imagen de los ofendidos.

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Próximo capítulo (15 de 20): "Poder y Pudor"

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