Friday, November 12, 2010

La Derecha en Chile 15 - Poder y pudor

Los chilenos somos de un natural sencillo, austero y poco dado a la ostentación, al punto que los despliegues de opulencia que en otras latitudes despiertan admiración, en nuestro medio son vistos como cosa vulgar [ver Nota 1].

Es usual que aún las personas importantes, salvo para las aproximaciones advenedizas o insinceras, sean abiertas con cualquiera y no les parezca del caso exigir formas o “canales adecuados” [ver Nota 2] para quien quiera dirigirles la palabra.

Según las crónicas, salvo poquísimas excepciones, los gobernadores y autoridades fueron siempre accesibles, austeros y de costumbres sencillas. Estilo que, luego de las vacilaciones del período de emancipación, se consolidó con Portales y sucesores, marcando una impronta que en nuestro medio asocia la grandeza de espíritu con la sencillez de las formas.

En alguna medida todos atesoramos el recuerdo de las diarias caminatas de don Jorge Alessandri entre su departamento de Philips y La Moneda, como cualquier paisano que hace la simple y cotidiana ruta a su trabajo.

Incluso bajo Frei Montalva se quiso seguir esas aguas, cuando el Presidente mantuvo su casa habitación en Ñuñoa o cuando Andrés Zaldívar llegaba a La Moneda en un Fiat 600, pero por esos años parece haberse inaugurado el copamiento del aparato estatal con masas militantes que, cómo no, obtenían las primicias de los planes sociales y prebendas, lo que dañaba significativamente la transparencia.

Con Allende, mientras la transparencia pasó a mejor vida e irrumpieron con fuerza los excesos verbales, conductuales y hasta sibaríticos, se expandió como peste la relajación moral a todo nivel, alcanzándose un punto en el que las actitudes de modestia y recato se tomaban como provocaciones.

En este terreno, los años del gobierno militar —con los toques de queda y la rígida moral castrense— apagaron los excesos y la extrema relajación moral, factor cuya influencia en los esfuerzos de reconstrucción tiene que haber sido significativa.

Con la vuelta de la normalidad política a manos del progresismo se hizo evidente el retroceso hasta casi extinguirlas de la austeridad, la moral y la sencillez de las formas.

Durante los 20 años que estuvieron en el poder, se volvió típico que quienes trabajaban para el gobierno tuvieran autos de último modelo, sueldos altos (por años percibidos ilegalmente y en contravención a las normas tributarias), oficinas de lujo, varias secretarias y “jefes de gabinete” para cargos que nunca antes los tuvieron.

El recurso de presentar renuncia no-voluntaria para percibir indemnización incluso para ocupar otro cargo en la misma administración fue práctica “normal” entre los líderes concertacionistas [ver Nota 3] junto a la de cobrar viáticos fijos no auditables y otras que están francamente en el terreno de la corrupción, fenómeno cuya descripción necesitaría de varios tomos.

En ese largo período se impuso la “necesidad” de que durante buena parte del año el titular de la Presidencia recorriera el mundo acompañado siempre de un numeroso séquito y la de adquirir aviones capaces de volar intercontinentalmente para que el mandatario y séquito se trasladaran a cuerpo de rey.

Por entonces, y quizás sigue siendo así, el principal avisador en todos los medios era “el estado”, ente que el progresismo asimila al aparato de gobierno y que, como tal, “necesitaba” (de nuevo) promover constantemente su gestión y “logros” —sobre todo y, cómo no— con mucha mayor intensidad en la proximidad de elecciones.

A lo anterior se sumó el claro y constante objetivo del gobierno de “copar la agenda” y de este modo controlar el contenido informativo de los medios, cuestión que cuando no se lograba generaba reclamos de parte de los ejecutivos de gobierno que acusaban a la prensa de dar demasiada importancia a hechos corruptivos, a la delincuencia o a situaciones que incomodaban a La Moneda.

Llegó a ser corriente que con gran impudicia se repartieran becas fiscales para el extranjero entre hijos de los altos funcionarios y hasta hijos de Presidentes y fue particularmente llamativo el descaro con que se reaccionó frente a la denuncia de estas y otras irregularidades, fuera que les afectaran directamente o que involucraban a parientes muy cercanos.

Es imposible detallar la inacabable lista de excesos que simplemente hicieron trizas la antigua imagen de probidad y parquedad del gobierno, al punto que la reacción típica de los afectados de declarar que “nadie está por sobre la ley” o que la ley se aplicará “caiga quien caiga” (sic), denotaba precisamente lo contrario.

Es un grave error suponer que la ciudadanía —que no puede haber olvidado los tiempos mencionados arriba— no perciba negativamente la conducta de “bajarle el perfil” a los escándalos cuando desde La Moneda se actuaba como si ni se supiera de ellos o se salía con “novedades” para opacarlos o forzarlos a un segundo plano.

La austeridad y la sencillez en las formas, junto con el cese del bombardeo mediático han sido buenas noticias para Chile y nadie más que la derecha podía mostrarlos.


Nota 1. Es probable que su larga estada en Norteamérica haya menguado esta faceta en el nuevo rico, Sr. Farcas, quien parece creer que con propinas dispendiosas y grandes donaciones puede pavimentarse el camino a La Moneda.

Nota 2. Expresión incluida en respuesta de Ricardo Lagos, frente a las cámaras de TV, como condición para dirigirle algunas preguntas.

Nota 3. El acceso a esta información debería ahora ser público (al menos lo que quede disponible de esa información, porque al dejar sus cargos muchos funcionarios del progresismo se llevaron los discos duros de sus computadores) ya que los chilenos tenemos derecho a enterarnos de los detalles de esa práctica que resulta en extremo abusiva en tiempos de cesantía y crisis económica.


[+]

Próximo capítulo (16 de 20): "Propaganda y culto a la personalidad"

.

No comments:

Post a Comment

Dime en qué estoy equivocado, para corregirme.